miércoles, 17 de agosto de 2016

El Pacto de San Sebastián

El Pacto de San Sebastián. Víspera republicanas.


  • Un acuerdo “entre caballeros” selló, en la calurosa tarde donostiarra del 17 de agosto de 1930, la alianza de todos los grupos republicanos españoles para acabar con el régimen monárquico, ya herido de muerte por la dictadura primorriverista.
  • La dimisión de Miguel Primo de Rivera y su recambio por Dámaso Berenguer no habían solucionado los problemas políticos y sociales del país, incrementados por la crisis económica de la Gran Depresión.




El Pacto de San Sebastián fue la reunión promovida por la Alianza Republicana que tuvo lugar en San Sebastián el 17 de agosto de 1930 a la que asistieron representantes de todos los partidos republicanos, a excepción del Partido Federal Español, y en la que (aunque no se levantó acta escrita de la misma) se acordó la estrategia para poner fin a la monarquía de Alfonso XIII y proclamar la Segunda República Española. En octubre de 1930 se sumaron al Pacto, en Madrid, las dos organizaciones socialistas, el PSOE y la UGT.

Tras la aceptación por el rey Alfonso XIII en enero de 1930 de la dimisión del general Primo de Rivera, cuya dictadura, había regido España desde hacía más de seis años, el rey nombró presidente del gobierno al general Dámaso Berenguer con el propósito de retornar a la "normalidad constitucional", actuando como si la Corona no hubiera estado implicada en la violación de la Constitución de 1876 que se inició con el golpe de estado de septiembre de 1923 y que la Corona apoyó.

Los políticos republicanos y los autodesignados "monárquicos sin rey" (como Ángel Ossorio y Gallardo), así como numerosos juristas, denunciaron que la simple vuelta a la "normalidad constitucional" era imposible. El jurista Mariano Gómez escribía el 12 de octubre de 1930: "España vive sin Constitución". La Dictadura de Primo de Rivera, al violar la Constitución de 1876, había abierto un proceso constituyente, afirmaba Gómez, que sólo la Nación podía cerrar con un retorno a la normalidad conducido por "un Gobierno constituyente, unas elecciones constituyentes, presididas por un poder neutral que no fuera parte beligerante en el conflicto creado por la Dictadura, un sistema de libertad y garantías ciudadanas de plenitud constituyente y Cortes con autoridad suprema para crear la nueva legalidad común".

El líder socialista Indalecio Prieto en una conferencia pronunciada en el Ateneo de Madrid el 25 de abril de 1930 afirmó que para él "era una hora de definiciones... Hay que estar con el rey o contra el rey". Unos días antes el ex ministro monárquico Niceto Alcalá-Zamora, que acaba de pasarse a las filas del republicanismo, afirmó que solo existía un poder legítimo: las Cortes Constituyentes. Así se fue fraguando la confluencia de partidos republicanos, nuevos y viejos, que se reunieron en San Sebastián el 17 de agosto de 1930.

La reunión se celebró en el domicilio social de Unión Republicana[Aclaración requerida] de San Sebastián y bajo la presidencia de Fernando Sasiaín (presidente del Círculo Republicano de San Sebastián), y a ella asistieron según consta en la "Nota oficiosa" hecha pública al día siguiente:

  • por la Alianza Republicana: Alejandro Lerroux, del Partido Republicano Radical, y Manuel Azaña, del Grupo de Acción Republicana;
  • por el Partido Radical-Socialista: Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Ángel Galarza;
  • por la Derecha Liberal Republicana: Niceto Alcalá-Zamora y Miguel Maura;
  • por Acción Catalana: Manuel Carrasco Formiguera;
  • por Acción Republicana de Cataluña: Macià Mallol Bosch;
  • por Estat Català: Jaume Aiguader;
  • por la Federación Republicana Gallega: Santiago Casares Quiroga;
  • a título personal: Indalecio Prieto, Felipe Sánchez Román, y Eduardo Ortega y Gasset, hermano del filósofo. Gregorio Marañón no pudo asistir, pero envió una "entusiástica carta de adhesión".


No se levantó acta por escrito ni de los temas tratados ni de los acuerdos alcanzados. Sólo conocemos lo que se habló a través de una "Nota oficiosa" que se publicó al día siguiente de la reunión en el diario El Sol y por la referencia "Otros pormenores" que Indalecio Prieto añadió a la nota oficiosa. Después de señalar la "unanimidad con que se tomaron las diversas resoluciones adoptadas" (sin explicar cuáles eran), en la "Nota oficiosa" se hacía un llamamiento a "las demás organizaciones políticas y obreras" (en referencia implícita al PSOE y a la UGT, ya que Indalecio Prieto había asistido a título personal) para "sumar sus poderoso auxilio a la acción que sin desmayos pretenden emprender conjuntamente las fuerzas adversas al actual régimen político".

En "Otros pormenores" se mencionaba "el problema referente a Cataluña, que es el que más dificultades podía ofrecer para llegar a un acuerdo unánime" y que "quedó resuelto en el sentido de que los reunidos aceptaban la presentación a unas Cortes Constituyentes de un estatuto redactado libremente por Cataluña para regular su vida regional y sus relaciones con el Estado español", acuerdo que se hacía extensivo a "todas aquellas otras regiones que sientan la necesidad de una vida autónoma". Que el "problema referente a Cataluña" se trató en la reunión lo confirmó Manuel Carrasco Formiguera en una especie de acta que levantó de la reunión con la autorización, según él, de todos los reunidos, y en la que consignó que se alcanzó una solución concretada en el proyecto de Estatuto o Constitución autónoma propuesta por el pueblo de Cataluña y ratificado en referéndum, que luego se sometería a la aprobación de las Cortes Constituyentes.

Después de un largo y difícil debate interno, las dos organizaciones socialistas, el PSOE y la UGT, en octubre de 1930 se sumaron al Pacto, en Madrid, con el propósito de organizar una huelga general que fuera acompañada de una insurrección militar que metiera a "la Monarquía en los archivos de la Historia" y estableciera "la República sobre la base de la soberanía nacional representada en una Asamblea Constituyente", tal como se decía en el manifiesto hecho público a principios de diciembre de 1930. Para dirigir la acción se formó un comité revolucionario integrado por Niceto Alcalá-Zamora, Miguel Maura, Alejandro Lerroux, Diego Martínez Barrio, Manuel Azaña, Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz, Santiago Casares Quiroga y Luis Nicolau d'Olwer,por los republicanos, e Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero, por los socialistas.

Sin embargo, la huelga general no llegó a declararse y el pronunciamiento militar, previsto para el 15 de diciembre de 1930, fracasó fundamentalmente porque los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández sublevaron la guarnición de Jaca tres días antes, 12 de diciembre. Estos hechos se conocen como Sublevación de Jaca y los dos capitanes insurrectos fueron fusilados inmediatamente.

A pesar del fracaso de la acción en favor de la República dirigida por el comité revolucionario, cuyos miembros unos fueron detenidos y otros huyeron fuera del país o se escondieron, el general Berenguer se sintió obligado a restablecer la vigencia del artículo 13 de la Constitución de 1876 (que reconocía las libertades de expresión, reunión y asociación) y convocar por fin las elecciones generales para el 1 de marzo de 1931 con el fin de "llegar a constituir un Parlamento que, enlazando con las Cortes anteriores a la última etapa [la Dictadura de Primo de Rivera], restableciera en su plenitud el funcionamiento de las fuerzas cosoberanas [el rey y las Cortes] que son eje de la Constitución de la Monarquía Española". No se trataba, pues, ni de Cortes Constituyentes, ni de unas Cortes que pudieran acometer la reforma de la Constitución, por lo que la convocatoria no encontró ningún apoyo, ni siquiera entre los monárquicos de los partidos que se había turnado en el poder (Partido Liberal-Fusionista y Partido Conservador) durante el régimen de la Restauración.

Pocos días después, a mediados de febrero de 1931, el rey Alfonso XIII ponía fin a la "dictablanda" del general Berenguer y nombraba nuevo presidente al almirante Juan Bautista Aznar, en cuyo gobierno entraron viejos líderes de los partidos liberal y conservador, como el conde de Romanones, Manuel García Prieto, Gabriel Maura Gamazo, hijo de Antonio Maura, y Gabino Bugallal. El gobierno propuso un nuevo calendario electoral: se celebrarían primero elecciones municipales el 12 de abril, y después elecciones a Cortes que tendrían "el carácter de Constituyentes", por lo que podrían proceder a la "revisión de las facultades de los Poderes del Estado y la precisa delimitación del área de cada uno" (es decir, reducir las prerrogativas de la Corona) y a "una adecuada solución al problema de Cataluña".

Todo el mundo entendió las elecciones municipales del 12 de abril como un plebiscito sobre la Monarquía, por lo que cuando se supo que las candidaturas republicano-socialistas habían ganado en todas las capitales el comité revolucionario hizo público un comunicado afirmando que el resultado de las elecciones había sido "desfavorable a la Monarquía [y] favorable a la República" y anunció su propósito de "actuar con energía y presteza a fin de dar inmediata efectividad a [los] afanes [de esa España, mayoritaria, anhelante y juvenil] implantando la República". El martes 14 de abril se proclamó la República desde los balcones ocupados por los nuevos concejales y el rey Alfonso XIII se vio obligado a abandonar el país. Ese mismo día el comité revolucionario se convirtió en el Primer Gobierno Provisional de la Segunda República Española.

Javier De Frutos
Para Por y Para Aranjuez


domingo, 14 de agosto de 2016

La ira de Ceres.




Cuenta la leyenda que Ceres, diosa de la agricultura y la tierra cultivada, tuvo una hermosa hija llamada Perséfone de la que Hades se enamoró y raptó, lo que enloqueció a su madre y salió a buscarla antorcha en mano. Al décimo día llegó al sol, descubriendo que su hija moraba con Hades en el reino de las sombras. Ceres abandonó el Olimpo enfurecida, descuidando sus labores y no permitiendo que la tierra diese fruto.

Ante el desamparo de los hombres lo dioses pidieron a Ceres que volviese a sus funciones y Júpiter prometió a Ceres que su hija volvería a su lado a condición de no haber comido nada en el mundo de los muertos. Hades (también llamado Plutón) hizo comer a Perséfone unos granitos de granada, por lo que el trato con Júpiter se cumplió a medias, pactando que la joven viviese medio año con su madre y el otro medio con Hades. 


Desde entonces el periodo anual en el que Ceres disfruta de la compañía de su hija, la tierra se cubre de flores y frutos, secándose el resto del año, explicándose de esta forma las estaciones del año: primavera-verano y otoño-invierno respectivamente.

De entre los atributos que acompañan a Ceres destaca, en uno de los laterales de la fuente, un cuerno de la abundancia, queriendo simbolizar la riqueza de la huerta de Aranjuez.
  La diosa mira a palacio, como si de este modo se garantizase la prosperidad a los monarcas. Como es preceptivo para la diosa de la agricultura, su ámbito de actuación se indica con una gavilla de trigo y la acompaña además un niño con una cornucopia.
 Fuente. Itinerarios de Aranjuez
              Pasajero 56
 Isabel Torres
Por y Para Aranjuez

Cosme III de Médici en Aranjuez.





Entre 1668 y 1669, poco antes de su proclamación como Gran Duque de Toscana, Cosme III de Médici (1642-1723) realizó un largo viaje por la Península Ibérica, con Madrid como uno de sus destinos preferentes.

La expedición no hubiese tenido mayor trascendencia de no ser por la amplia y rica documentación, tanto gráfica como textual, que nos ha llegado. No quedó ninguna localidad donde pararan el duque y su séquito de la que no se hiciera una crónica, además de un dibujo representativo.

Especialmente relevante fue la figura de Pier Maria Baldi, un desconocido pintor que acompañó a Cosme III y que, ajeno a las cuestiones protocolarias, no dudó en plasmar sitios insignificantes y deprimidos, que, en otras circunstancias, jamás hubiesen sido representados por ser considerados indignos para el arte.
 Todo este inmenso legado, de enorme valor para entender los tremendos contrastes de la España imperial, se encuentra en la Biblioteca Laurenciana, de Florencia. En un voluminoso tomo de casi un metro de alto y medio metro de ancho, se conservan las descripciones de numerosas ciudades españolas y portuguesas, ilustradas, en la mayoría de los casos, con los esmerados paisajes de Baldi.




Cosme III de Médici abandonó Madrid el 25 de noviembre de 1668, para dirigirse a Andalucía. De camino, pasó por Villaverde, Pinto y Valdemoro, "un lugar muy grande del Duque de Cardona", que aparece "en el fondo de un valle", aunque, de salida, "se presenta notablemente levantado sobre el camino real".
En Aranjuez, el soberano toscano estuvo alojado como huésped del rey. Aunque no pudo forjarse una opinión cerrada del Palacio Real, al estar "sólo un lado construido", sí que hizo una detallada descripción de los jardines.

El río Tajo, "poco antes de llegar allí dividiéndose al pasar por un depósito, forma artificiosamente una isla no muy grande donde hay un jardín. El llano de la isla está dividido por varios paseos cubiertos, aunque estrechos y bajos, en cuyos entrecruces se encuentran numerosas fuentes".

"Muchas son ricas de materia por la abundancia de los bronces y de los mármoles, pero sobre poco más o menos todas pobres de agua, pues consisten solamente en surtidores"


"Fuera de la isla todo el resto del campo a uno y otro lado del Tajo está revestido de olmos altísimos que plantados por todas partes en dos filas forman vastísimos paseos, los cuales, al encontrarse en diversos puntos y con diversas disposiciones, ya forman una estrella de doce paseos, ya una media estrella de cinco"
 Fuente. Viaje de Cosme III por España (1668-1669): Madrid y su provincia, de Ángel Sánchez Rivero.
 Isabel Torres
Por y Para Aranjuez.



Jose Luis Navarro. El estudiante de Aranjuez que se trajo de Huelva el ascenso del Córdoba de 1962.



El estudiante de Aranjuez que se trajo de Huelva el ascenso del Córdoba de 1962


Tiene 80 años y desde los 19 vive en Córdoba. Un día, un tal José Juncosa (entrenador del Córdoba en 1955), apareció por Aranjuez y solicitó a sus padres que le permitieran llevarse a su hijo al sur. Lo quería para su equipo, ése que había de iniciar, en su segundo año de existencia, un camino siempre cargado de ilusiones y aspiraciones. Navarro firmó por el conjunto blanquiverde y, sin quererlo en principio, comenzó a forjar una leyenda. El mito del futbolista que más temporadas -15, desde 1955 hasta 1970- y encuentros oficiales -319- defendió la camiseta de un club con el que tocó el cielo y del que ya nunca se separó.
José Luis Navarro del Valle nació en Aranjuez, se educó en los Jesuitas, se apasionó con el balón y abandonó su tierra y su destino para entregarse a los colores y las gentes de su ciudad.



La casa de comidas y fiambres La Rana Verde servía ya,
entre Córdoba y Madrid, sus famosos platos caseros a la altura de Aranjuez. En aquella comandancia militar tenía su destino el conquense Sandalio Navarro López y Carmen del Valle Gómez, de orígenes ecijanos. Habían pasado ya por el protectorado marroquí y por la muerte de dos hijos. Luego vendrían Lisardo, José, Sandalio, Lola, José Luis e Ignacio. Educados en el colegio de don Andrés Martínez de Aranjuez, José murió con 27 años siendo ya ingeniero y Lisardo dirigiría la Farmacia Militar de Madrid. El penúltimo de ellos, José Luis, nacía un miércoles 27 de mayo de 1936, lejos de la Córdoba festiva a la que, con el tiempo, regalaría el primer ascenso a Primera División compartiendo colores verdiblancos con Roque Olsen, Simonet, Benegas, Martínez Oliva, Ricardo Costa, Rihaji, Miralles, Paz Gamarra, Lorenzo Homar o el eterno Juanín.

La severidad del profesor de Aranjuez, humanista, constante y rígido, no impidió que el niño destacara con 7 años en un juego que, según el padre, no era apto para gente seria.

José Luis Navarro entró con diez años en el colegio Loyola de Aranjuez, en donde el Padre Fuentes, jesuita extremeño y gran aficionado al fútbol, le animó a seguir jugando y acogió de buen grado la visita al colegio del Juvenil de Aranjuez para ficharle. Contra el Atlético, el Real Madrid o el Plus Ultra quedaron los segundos de la liga aquel año del 53. Vio marcharse a algún compañero al equipo de El Ferrol y él mismo formó parte de la selección española sub-19.



En Madrid, Juncosa se había fijado en él con el ascenso del Córdoba a 1ª División en mente. Fueron a contratarlo y José Luís los remitió al padre. Muy de mañana, la directiva encabezada por Cruz Conde visitó el chalé familiar ante la perplejidad y la negativa del padre, que apaciguó Carmen. Confiaron en que aquel juego, que seguía sin agradarles, fuera un breve paréntesis en la carrera del hijo y lo autorizaron pasadas las tres de la tarde. Doña Carmen no consintió que se marcharan sin un almuerzo preparado por ella, siguiendo la escuela de la tía Matilde, dueña del embarcadero de La Rana Verde.



Navarro emprendió el viaje a Córdoba un 2 de agosto de 1955 en el expreso de Algeciras. Diez horas más tarde, y a las 6 de la mañana, encontró una ciudad en total penumbra; al fondo vio una luz morada, la del hostal Montes, en donde se refugió por un día, y halló las primeras palabras de acogida en el recepcionista: "Usted es futbolista, ¿verdad?". Su foto ocupaba un lugar destacado en la prensa de la mañana. Dos horas más tarde un taxi lo dejaba en el viejo Arcángel y a mediodía le decía a Juncosa: "Yo no aguanto un día más con este calor".



Su única temporada se alargó 16 años y así hasta hoy. Hizo suyo aquel pueblo grande que le pareció Córdoba: "Era una ciudad encantadora, de gente silenciosa, discreta; no se oían tantas voces como ahora. Córdoba era una tumba, pero tenía la cafetería París y El Barril; Pepe Luque y su auténtico museo de fotos, las quinielas, las porras, sus peroles, su cariño". Iba a entrenar a pie por la calle Gondomar, Las Tendillas y la calle La Feria: "Córdoba me hacía reflexionar su pasado, su grandeza. Encontraba los camiones cargando arena en el río y el Puente Viejo, y las muchachas; las más guapas están en Córdoba". Una de ellas, Petri Gómez, apareció con el uniforme de Las Esclavas en el 55 y 13 años después se casaron.

Información- Fotografía
Cordopolis-EDC

Juanlu M.
Por y Para Aranjuez.

miércoles, 10 de agosto de 2016

La Sanjurjada

  • Se conoce como La Sanjurjada al fallido golpe de Estado que se produjo en la madrugada del 10 de agosto de 1932 contra la Segunda República.
  • Liderado desde Sevilla por el general José Sanjurjo, sólo tomó parte en el mismo una parte del Ejército español, lo que supuso su fracaso desde prácticamente el comienzo.



General José Sanjurjo Sacanell


Se conoce como La Sanjurjada al fallido golpe de Estado que se produjo en la madrugada del 10 de agosto de 1932 contra la Segunda República. Liderado desde Sevilla por el general José Sanjurjo, sólo tomó parte en el mismo una parte del Ejército español, lo que supuso su fracaso desde prácticamente el comienzo. Constituyó el primer levantamiento de las Fuerzas Armadas contra la República desde su instauración en 1931, y su fracaso convenció erróneamente a muchos políticos y militares republicanos de que el peligro de las conspiraciones había pasado y la aceptación de la República era definitiva.

El plan de los golpistas preveía que en Madrid se llevaran a cabo varios ataques y atentados que sirvieran para confundir a la policía y las fuerzas de seguridad. Mientras tanto, cinco guarniciones militares se sublevarían y, tras hacerse con el control de la situación en sus respectivos territorios, convergerían sobre Madrid mediante dos columnas. Las guarniciones que debían sublevarse eran: Valladolid (bajo las órdenes del general Miguel Ponte), Pamplona (coronel Sanz de Lerín), Sevilla (generales Sanjurjo y García de la Herrán), Granada (general González Carrasco) y Cádiz (coronel Varela). En Madrid estaba previsto que varios regimientos de la capital se sublevaran, a los que se sumarían los regimientos de caballería de Alcalá de Henares. Los militares alzados de la capital, al frente de los cuales marcharía el coronel Ricardo Serrador Santés, asaltarían el Ministerio de la Guerra y el Palacio de Comunicaciones. El general Emilio Barrera tendría el mando supremo de la operación.


General José Sanjurjo (en el centro) y sus hombres


El general Sajurjo sería una de la principales cabezas visibles del golpe. Entre los que le animaron a encabezar el pronunciamiento también estaban los dirigentes carlistas Fal Conde y el conde de Rodezno. Y entre sus colaboradores militares figuraban un cierto número de oficiales antirrepublicanos: los generales González Carrasco y Ponte; o los coroneles Valera, Martín Alonso, Valentín Galarza y Heli Rolando de Tella (el general Francisco Franco también estaba comprometido pero en el último momento se retiró de la conjura). A pesar de lo que se había previsto en un principio, finalmente la Comunión Tradicionalista no se adhirió a la sublevación y no puso al servicio de la misma el Requeté, la milicia armada carlista que recibía preparación e instrucción militar.


Ángel Galarza Gago, al mando de los leales en Madrid


En la noche del 9 al 10 de agosto los conspiradores supieron el momento en el que comenzaría el golpe, las 04:00 horas del 10 de agosto. Sanjurjo se sublevó en Sevilla la mañana del 10 de agosto de 1932, logrando un éxito inicial. El bando militar del general Sanjurjo rezaba:
Queda declarado el estado de guerra en toda la región andaluza, con las consecuencias que dicho estado lleva consigo. Como Capitán General de Andalucía, asumo el mando concentrado en mi autoridad de todos los poderes. Así como Dios me permitió llevar al Ejército español a la Victoria en los campos africanos, ahorrando el derramamiento de sangre moza, confío en que también hoy me será permitido, con mi actitud, llevar la tranquilidad a muchos hogares humildes, y la paz a todos los Espíritus.
¡Viva España Única e inmortal!


Sanjurjo, contando con la ayuda del general García de la Herrán y de otros oficiales, intentó atraer hacia su causa al gobernador civil y a uno de los regimientos que estaba acuartelado en la ciudad. Sin embargo, inicialmente no logró controlar la situación. Ante aquella tesitura, se dirigió a la Plaza de España y tras arengar a una compañía de Guardias Civiles allí acantonados, logró sublevarlos. El general García de la Herrán también logró sublevar a las fuerzas del cuartel de Zapadores; tras esto, las demás unidades militares destinadas en la capital sevillana fueron uniéndose a la sublevación. La única excepción fue el Aeródromo de Tablada, que se mantuvo fiel al gobierno.

Poco después los sublevados de Sevilla recibieron buenas noticias: los rebeldes se habían hecho con el control de Jerez de la Frontera.

En Madrid el golpe tuvo un desenlace muy distinto y constituyó un fracaso desde el principio: el Presidente del Consejo de Ministros, Manuel Azaña, y su gobierno ya conocían el plan gracias a una traición. Para desactivar la intentona golpista, Azaña contó con la colaboración del jefe de su gabinete militar, el teniente coronel Hernández Saravia, y del Director General de Seguridad, el militar Arturo Menéndez López. Los generales Barrera y Fernández Pérez se encontraban en un edificio próximo al Ministerio de la Guerra, mientras un variopinto grupo armado marchaba hacia la Plaza de Cibeles. El grupo intentó acceder al ministerio, pero los defensores les recibieron a tiros y hubieron de retirarse dejando atrás varias bajas. Otro grupo intentó apoderarse del Palacio de Comunicaciones, pero acabaron siendo hechos prisioneros. Sobre Cibeles convergió otra fuerza heterogénea y aún más desorganizada. En medio del caos reinante, aparecieron más guardias de asalto procedentes de las bocacalles de alrededor y la mayoría de los rebeldes fueron detenidos después de un breve tiroteo en la Plaza de Cibeles. Azaña contempló los combates desde el balcón del edificio del Ministerio de la Guerra.


Guardias civiles y Guardias de asalto leales durante el golpe


Los regimientos de la capital no se sublevaron, y aunque los regimientos de Alcalá de Henares sí llegaron a declarar el estado de guerra y salieron a las calles, no pasó mucho tiempo hasta que dieron media vuelta y regresaron a sus acuartelamientos. Excepto Sevilla y Madrid, ninguna otra capital secundó el golpe. En otras urbes andaluzas como Cádiz, Córdoba o Granada no pasó nada. En Cádiz, de hecho, fue detenido el coronel Varela. El general Barrera voló a Pamplona para intentar convencer a los carlistas para que se sumaran, pero al no lograrlo se refugió en Francia. El general González Carrasco, que no consiguió sublevar a la guarnición de Granada, también huyó a Francia.

Mientras tanto, en Sevilla los comunistas y los anarquistas reaccionaron rápidamente y declararon una Huelga general, que Sanjurjo no pudo controlar. Las emisoras de radio empezaron a anunciar que el gobierno había organizado varias columnas militares que marchaban sobre Sevilla. Efectivamente, a las tres de la tarde salieron de Madrid dos trenes militares: uno llevaba dos batallones de infantería y otro llevaba dos grupos de artillería. El gobierno también movilizó a la aviación, traslandando hacia Andalucía a varias escuadrillas. A las 01:00 horas del 11 de agosto varios oficiales de la guarnición sevillana acudieron a hablar con Sanjurjo y le comunicaron que no lucharían contra las columnas gubernamentales que se dirigían hacia Sevilla. Cuando Sanjurjo vio todo perdido, sus seguidores le recomendaron que huyera a Portugal, cosa que hizo a pesar de que fue detenido en Ayamonte (Huelva) cuando trataba de pasar la frontera. Junto a Sanjurjo iban el general García de la Herrán y el teniente coronel Emilio Esteban Infantes. Tras el desconcierto que reinó en la ciudad cuando el golpe se vino abajo, fueron incendiados varios clubes de las clases altas sevillanas.


Los rebeldes durante su rendición, Palacio de Telecomunicaciones de Madrid.


Desde el primer momento el golpe de estado adoleció de graves deficiencias organizativas y hubo de enfrentarse a numerosos imprevistos. De la esperada intervención del Ejército, solo acabaron participando 145 oficiales en la intentona (entre otros, el Duque de Sevilla, Martín Alonso o Tella), lo que da una idea de la poca repercusión y seguimiento que tuvo. Muchos oficiales antirrepublicanos no se unieron al golpe ya que consideraban que estaba insuficientemente planteado y sus fines monarquizantes resultaban poco realistas.2 El fracaso de la intentona golpista convenció erróneamente a muchos políticos y militares republicanos de que el peligro de las conspiraciones había pasado y la aceptación de la República era definitiva, lo que tendría graves consecuencias durante el Golpe de Estado de julio de 1936.


Uno de los rreveldes muerto


Además del fracaso político y militar, los efectos de la «Sanjurjada» fueron los contrarios a lo que pretendían evitar los golpistas: el Estatuto de Autonomía de Cataluña y la Ley de Reforma Agraria, cuya aprobación intentaban impedir los golpistas, fueron rápidamente votados favorablemente por las Cortes y aprobados.

Tras el golpe, Sanjurjo fue en primer lugar condenado a muerte por un consejo de guerra, aunque la pena fue conmutada por la de cadena perpetua por un decreto del presidente de la República. El propio presidente del Tribunal Supremo, Mariano Gómez González, había recomendado que la condena a muerte fuera conmutada por su expulsión del Ejército. Manuel Azaña escribió en su diario del 25 de agosto de 1932: «Más ejemplar escarmiento es Sanjurjo fracasado, vivo en presidio, que Sanjurjo glorificado, muerto». En cambio el ministro de la Gobernación Santiago Casares Quiroga se opuso a la conmutación de la pena de muerte, ya que según él «rompe la firmeza del Gobierno, alienta a los conspiradores, y nos impide ser rigurosos con los extremistas». El presidente mexicano Plutarco Elías Calles le hizo llegar al presidente Azaña el siguiente mensaje: «Si quieres evitar un derramamiento de sangre en todo el país y garantizar la supervivencia de la República, ejecuta a Sanjurjo». Tras su indulto por iniciativa del Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, pasó una temporada en el penal de El Dueso, donde permaneció en un régimen carcelario bastante favorable para Sanjurjo. Finalmente se exilió en la localidad portuguesa de Estoril.


Sanjurjo y otros oficiales en el banquillo de acusados, durante su juicio (1932).


Sobre los militares y los civiles monárquicos que habían participado o habían apoyado el golpe cayeron casi todas las medidas represivas previstas por la Ley de Defensa de la República: 145 jefes y oficiales fueron detenidos, juzgados y deportados a Villa Cisneros, en la colonia española de Río de Oro. El gobierno decretó la expropiación de bienes rústicos de varios de los implicados en la intentona golpista. Entre los afectados estaban el líder tradicionalista Fal Conde, los generales González Carrasco o Cavalcanti, además de terratenientes, hombres de negocios, etc.

El gobierno sospechó que el líder del Partido Radical, Alejandro Lerroux, había estado implicado o al menos había tenido conocimiento de la conspiración, por los diversos contactos que mantuvo en los días anteriores con algunos de sus organizadores, el general Sanjurjo incluido. Incluso se creía que le habían propuesto presidir el gobierno si el golpe triunfaba. La sospecha creció sustancialmente cuando cuando Lerroux, a los pocos meses de presidir el gobierno, amnistió a los implicados en el golpe.

Javier De Frutos
Para Por y Para Aranjuez


viernes, 5 de agosto de 2016

Las Trece Rosas

  • Las Trece Rosas es el nombre colectivo que se le dio a un grupo de trece jóvenes, la mitad de ellas miembros de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), fusiladas por el régimen franquista en Madrid, el 5 de agosto de 1939, poco después de finalizar la Guerra Civil Española.
  • Su historia sigue viva hoy en forma de libros, teatro, documentales y cine.




"Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia". Fueron éstas las últimas palabras que dirigiría a su familia una muchacha de 19 años llamada Julia Conesa. Corría la noche del 4 de agosto de 1939. Hacía cuatro meses que había terminado la Guerra Civil. Madrid, destruida y vencida tras tres años de acoso, de bombardeos y resistencia ante el ejército sublevado, intentaba adaptarse al nuevo orden impuesto por el general Franco, un régimen que iba a durar cuatro décadas.

Tras la ocupación de Madrid por el ejército franquista y el fin de la guerra, las Juventudes Socialistas Unificadas intentaron reorganizarse clandestinamente bajo la dirección de José Pena Brea, de 21 años. Los dirigentes del PCE y las JSU habían abandonado España, dejando la organización en manos de militantes poco significativos, los cuales esperaban pasar más desapercibidos. José Pena, secretario general del comité provincial de las JSU, fue detenido por una delación y obligado a dar, mediante torturas, todos los nombres que sabía y firmar una declaración preparada.

Roberto Conesa, policía infiltrado en la organización, colaboró también en la caída de la organización. Conesa fue posteriormente comisario de la Brigada Político-Social franquista y ocupó un cargo importante en la policía durante los primeros años de la democracia. La práctica totalidad de la organización clandestina cayó de este modo, sin apenas posibilidad de reorganización. La mayor parte de los detenidos aún no había tenido tiempo de integrarse en la organización clandestina o apenas acababan de hacerlo. A la captura de los militantes ayudó el que los ficheros de militantes del PCE y las JSU no habían podido ser destruidos, debido al golpe de Estado del coronel Casado, y fueron requisados por los militares franquistas al ocupar Madrid. Entre los detenidos se hallaban «Las Trece Rosas», que fueron detenidas y conducidas primero a instalaciones policiales, donde fueron torturadas, y después a la cárcel de mujeres de Ventas, construida para 450 personas en la que se hacinaban unas 4000.

El 27 de julio de 1939 tuvo lugar un atentado contra el coche donde viajaba el comandante Isaac Gabaldón, acompañado de su hija y el chófer, cuando circulaba por la carretera de Extremadura cerca de Talavera de la Reina. El comandante Gabaldón, que murió en el atentado, era un antiguo miembro de la «quinta columna» de Madrid y en aquel momento desempeñaba un cargo importante en el aparato represivo franquista, pues estaba encargado del «archivo de la masonería y el comunismo» que suministraba documentación a los fiscales militares en los consejos de guerra contra los partidarios de la República, de ahí que el régimen interpretara su muerte como «un desafío de un adversario al que creía totalmente aniquilado, y decidió castigar a los verdaderos o supuestos responsables de un modo ejemplar». Aunque todo parecía indicar que había sido obra de algún grupo de antiguos soldados de la República, o de huidos —no era la primera vez que se producía un atentado contra un vehículo en marcha en los alrededores de Madrid—, el régimen lo atribuyó a una supuesta red comunista de grandes dimensiones. La hija de 18 años y el chófer también murieron en el atentado.

Un primer consejo de guerra sumarísimo se celebró el 4 de agosto en Madrid, donde fueron condenados a muerte 65 de los 67 acusados, todos ellos miembros de las JSU, siendo fusilados al día siguiente 63. El 7 de agosto fueron fusilados un número indeterminado de hombres condenados en otro juicio, y pocos días más tarde fueron condenadas 24 personas más —fueron fusiladas 21, salvándose tres jóvenes «porque el régimen había empezado a temer que el caso pudiera crear un eco desfavorable para la nueva España en el extranjero»—. Entre los primeros 63 ejecutados se encontraban trece mujeres jóvenes, que serían conocidas como «las Trece Rosas».

Según otras fuentes, el primer Consejo de Guerra se celebró el 3 de agosto (expediente 30.426) y en él fueron juzgados 57 miembros de las JSU, de los cuales 14 eran mujeres. Entre los acusados se encontraban los tres asesinos de Gabaldón, mientras que la mayoría del resto habían sido detenidos antes del atentado. En el juicio se dictaron 56 penas de muerte, librándose sólo una de las mujeres. Los acusados que no habían participado directamente en el atentado contra Gabaldón fueron acusados de reorganizar las JSU y el PCE para cometer actos delictivos contra el «orden social y jurídico de la nueva España», y condenados, por «adhesión a la rebelión». La mayoría de las ejecuciones (incluyendo las de las Trece Rosas) tuvieron lugar en la madrugada del 5 de agosto de 1939, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, a 2 km de la prisión de Las Ventas. Al día siguiente fueron fusilados los autores materiales del atentado.

Nueve de las jóvenes fusiladas eran en el momento de su muerte menores, ya que la mayoría de edad estaba establecida en 21 años.

Los fusilamientos saltaron más tarde a la prensa internacional cuando se conoció que entre los primeros 63 ejecutados se encontraban trece mujeres jóvenes. Una hija de madame Curie promovió una campaña de protesta en París por las «las trece rosas» que tuvo un gran impacto en Francia, a pesar de lo cual el régimen franquista no detuvo su espiral represiva —se estima que la mayoría de las 364 personas que fueron detenidas por el atentado contra el comandante Gabaldón fueron fusiladas—.

13 de aquellas mujeres y 43 hombres fueron ejecutados ante las tapias del cementerio del Este. El momento lo recuerdan así algunas compañeras de presidio: "Yo estaba asomada a la ventana de la celda y las vi salir. Pasaban repartidores de leche con sus carros y la Guardía Civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos y tres guardias escoltaban a cada pareja, parecían tranquilas" (María del Pilar Parra). "Algunas permanecimos arrodilladas desde que se las llevaron, durante un tiempo que me parecieron horas, sin que nadie dijera nada. Hasta que María Teresa Igual, la funcionaria que las acompañó, se presentó para decirnos que habían muerto muy serenas y que una de ellas, Anita, no había fallecido con la primera descarga y gritó a sus verdugos: '¿es que a mí no me matan?" (Mari Carmen Cuesta). "Si fue terrible perderlas, verlas salir, tener que soportarlo con aquella impotencia, más lo fue ver la sangre fría de Teresa Igual relatando cómo habían caído. Entre las cosas que nos dijo, fue que las chicas iban muy ilusionadas porque pensaban que iban a verse con los hombres [con sus novios y maridos, también condenados] antes de ser ejecutadas, pero se encontraron que ya habían sido fusilados" (Carmen Machado).

Las Trece Rosas

Carmen Barrero Aguado (20 años, modista). Trabajaba desde los 12 años, tras la muerte de su padre, para ayudar a mantener a su familia, que contaba con 8 hermanos más, 4 menores que ella. Militante del PCE, tras la guerra, fue la responsable femenina del partido en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.

Martina Barroso García (24 años, modista). Al acabar la guerra empezó a participar en la organización de las JSU de Chamartín. Iba al abandonado frente de la Ciudad Universitaria a buscar armas y municiones (lo que estaba prohibido). Se conservan algunas de las cartas originales que escribió a su novio y a su familia desde la prisión.
Blanca Brisac Vázquez (29 años, pianista). La mayor de las trece. Tenía un hijo. No tenía ninguna militancia política. Era católica y votante de derechas. Fue detenida por relacionarse con un músico perteneciente al Partido Comunista. Escribió una carta a su hijo la madrugada del 5 de agosto de 1939, que le fue entregada por su familia (todos de derechas) 16 años después. La carta aún se conserva.

Pilar Bueno Ibáñez (27 años, modista). Al iniciarse la guerra se afilió al PCE y trabajó como voluntaria en las casas-cuna (donde se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban al frente). Fue nombrada secretaria de organización del radio Norte. Al acabar la guerra se encargó de la reorganización del PCE en ocho sectores de Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.

Julia Conesa Conesa (19 años, modista). Nacida en Oviedo. Vivía en Madrid con su madre y sus dos hermanas. Se afilió a las JSU por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937 donde se ocupó de la monitorización de estas. Pronto se empleó como cobradora de tranvías, ya que su familia necesitaba dinero, y dejó el contacto con las JSU. Fue detenida en mayo de 1939 siendo denunciada por un compañero de su "novio". La detuvieron cosiendo en su casa. Dijo antes de morir : "Que mi nombre no se borre en la historia".
Adelina García Casillas (19 años, activista). Militante de las JSU. Hija de un guardia civil. Le mandaron una carta a su casa afirmando que solo querían hacerle un interrogatorio ordinario. Se presentó de manera voluntaria, pero no regresó a su casa. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.

Elena Gil Olaya (20 años, activista). Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.

Virtudes González García (18 años, modista). Amiga de María del Carmen Cuesta (15 años, perteneciente a las JSU y superviviente de la prisión de Ventas). En 1936 se afilió a las JSU, donde conoció a Vicente Ollero, que terminó siendo su novio. Fue detenida el 16 de mayo de 1939 denunciada por un compañero suyo bajo (se dice) tortura.

Ana López Gallego (21 años, modista). Nacida en La Carolina, Jaén. Militante de las JSU. Fue secretaria del radio de Chamartín durante la Guerra. Su novio, que también era comunista, le propuso irse a Francia, pero ella decidió quedarse con sus tres hermanos menores en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo, pero no fue llevada a la cárcel de Ventas hasta el 6 de junio. Se cuenta que no murió en la primera descarga y que preguntó: «¿Es que a mí no me matan?».

Joaquina López Laffite (23 años, secretaria). En septiembre de 1936 se afilió a las JSU. Se le encomendó la secretaría femenina del Comité Provincial clandestino. Fue denunciada por Severino Rodríguez (número dos en las JSU). La detuvieron el 18 de abril de 1939 en su casa, junto a sus hermanos. La llevaron a un chalet. La acusaron de ser comunista, pero ignoraban el cargo que ostentaba. Joaquina reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. No fue conducida a Ventas hasta el 3 de junio, a pesar de ser de las primeras detenidas.

Dionisia Manzanero Salas (20 años, modista). Se afilió al Partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matara a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Al acabar la guerra fue el enlace entre los dirigentes comunistas en Madrid. Fue detenida el 16 de mayo de 1939.

Victoria Muñoz García (18 años, activista). Se afilió con 15 años a las JSU. Pertenecía al grupo de Chamartín. Era la hermana de Gregorio Muñoz, responsable militar del grupo del sector de Chamartin de la Rosa. Llegó a Ventas el 6 de junio de 1939.

Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años, sastre). Entró en las JSU en 1937 sin ocupar ningún cargo. Le propusieron crear un grupo, pero no había convencido aún a nadie más que a su primo cuando la detuvieron. Reconoció su militancia durante la guerra, pero no la actual. En abril la trasladaron a Ventas, siendo la primera de las Trece Rosas en entrar en la prisión.

Javier De Frutos
Para Por y Para Aranjuez