sábado, 26 de noviembre de 2016

26 de Noviembre 1504. Muere Isabel La Católica.



No estaba destinada a ocupar el trono, pero su determinación le permitió conquistarlo. Ya dueña de la corona, ejerció por sí misma el poder y llevó al reino de Castilla a la cúspide de su prestigio. Cuando nació su hija, Isabel, el rey Juan II de Castilla ya tenía un hijo varón de veinte años, Enrique (apodado más tarde el Impotente), nacido de su primer matrimonio con María de Aragón, y sería él quien, tras años más tarde, en 1454, le sucedería en el trono. Cuando esto ocurrió, la princesa Isabel fue enviada junto a su madre, Isabel de Portugal, a Arévalo, lejos de la corte y cerca de Medina del Campo, a cuyo castillo de la Mota se sentiría siempre estrechamente vinculada. Pese a esta aparente marginación, Isabel recibió una esmerada educación de acuerdo con lo que se esperaba que aprendiera una princesa del momento.
 
Desde pequeña vivió rodeada por un excelente grupo de damas de compañía y tutores, designados directamente por su padre antes de morir, entre los que se encontraban algunas de las figuras que con el tiempo estarían llamadas a desempeñar una importante función en su vida y su reinado, como Lope de Barrientos, Gonzalo de Illescas, Juan de Padilla, Gutierre de Cárdenas y fray Martín de Córdoba. De ellos recibió una formación humanística basada en la gramática, la retórica, la pintura, la filosofía y la historia. Nadie supo a ciencia cierta los motivos por los que su hermanastro, que nunca se había preocupado demasiado por ella, decidió llamarla junto a él en 1462, poco antes del nacimiento de su hija Juana, con quien estuvo enfrentada.
 
La princesa contaba entonces diez años. ¿Pensó quizá que era preferible tenerla cerca y bien controlada? La inestabilidad política en Castilla crecía por momentos debido a las desavenencias entre el monarca y algunos magnates del reino, capitaneados por el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo. Las tensiones llegaron a su punto extremo en 1465, cuando los nobles impusieron al rey un humillante conjunto de medidas que limitaban su poder. Una de las exigencias que Enrique IV debió aceptar fue que la princesa Isabel se alejara de la corte y tuviera casa propia en el Alcázar de Segovia. Tan sólo tres años después, el propio Enrique aceptó un pacto -materializado en una venta cercana a los Toros de Guisando, cerca de Ávila- por el que, a cambio de que sus adversarios aceptaran su continuidad en el trono, reconocía a Isabel como legítima sucesora en la corona de Castilla
 
 Aconsejada por el arzobispo Alfonso Carrillo, Isabel tomó como pretendiente matrimonial al candidato aragonés, Fernando, hijo y heredero, como ella, de otro Juan II. Todo se llevó en el más absoluto secreto. El 5 de septiembre de 1469, Fernando partió de Zaragoza disfrazado de criado y acompañado por tan sólo seis personas. Cuatro días después tenía lugar la ceremonia nupcial, que incluyó la bendición también en el sentido político, del arzobispo Carrillo. Al día siguiente, como era preceptivo, el matrimonio fue debidamente consumado en la cámara nupcial ante un selecto grupo de testigos.
 
 Los cronistas oficiales presentaron su encuentro como un amor a primera vista. Pero, por supuesto, Fernando tenía tantos intereses políticos en ese matrimonio como los que pudiera tener su esposa. Una fría mañana del 12 de diciembre de 1474 llegó al Alcázar de Segovia, donde habitaba la pareja, la noticia de que Enrique había muerto. Al día siguiente, Isabel I se autoproclamó con toda solemnidad reina de Castilla y envió cartas a las principales ciudades del reino exigiéndoles obediencia. Pero el camino distaba mucho de quedar expedito. A las pocas semanas, su sobrina Juana hacía lo mismo, Y no sólo eso: negociaba con su tío, el belicoso rey Alfonso de Portugal, un contrato matrimonial que permitiera unir las fuerzas de ambos reinos con el objetivo de defender sus derechos. Comenzaba así una sangrienta guerra por el trono castellano que no finalizaría hasta septiembre de 1479, con los tratados de Alcáçovas y Moura. La victoriosa Isabel I exigió que su sobrina renunciara al matrimonio con Alfonso y entrara como monja en el convento de las clarisas de Coimbra. Con ello, la reina pretendía garantizar a cualquier precio que su rival no tuviera descendencia.
 
 
 
 
Por y Para Aranjuez
Isabel Torres.
Fuente: National Geographic

miércoles, 23 de noviembre de 2016

UNA FRESA GIGANTE BALANCEÁNDOSE POR EL CIELO



                                             
Texto:   Josefina Freire Ferrero. Cronista Oficial del Real Sitio y Villa de Aranjuez

Con  dedicación especial a la E.L.M  Real Cortijo de San Isidro.
                                                                                                                                                                                                                                            

Han llegado con este otoño unos preciosos globos aerostáticos por el cielo del Real Sitio y Villa de Aranjuez. Una enorme llamarada de gas nos elevó suavemente hasta alcanzar una altura desde donde pudimos apreciar como el sol mostraba sorprendentes y extraordinarios claros-oscuros en los edificios Palaciegos y los diseños geométricos de los Jardines Reales se acentuaban más, como laberintos vegetales multicolores, entre el serpentear del rio Tajo. Sus reflejos nos centellean como un espejo. Pudimos valorar, todavía más, el Patrimonio Mundial, maravilloso y mágico que es la ciudad cortesana de Aranjuez.




 Me siento como si estuviéramos colgados de una fresa gigante balanceándose por el cielo. De repente nos encontramos rodeados por nubes blancas, como algodones flotantes que nos impedían ver lo que sobrevolábamos. Como si aquella fresa buscara sus raíces, por un pequeño claro de estas nubes, al mirar hacia abajo, pudimos observar el marcado pentágono del Casco antiguo del Real Cortijo de San Isidro y sus calles rectilíneas arboladas. La singularidad de su diseño le hacía inconfundible  y su visión me fascinó. 



El viento cambió el rumbo y tuvimos que ganar altura sobre ese mar de algodones, calentando el aire del globo con el quemador de gas para elevarnos un poco. Seguimos entusiasmados observando la gran obra  realizada por el hombre, modelando la naturaleza y que vista desde aquí parece que fuera un encaje de bolillos con diferentes diseños entretejidos de caceras repletas aún de agua, como hilos gruesos de seda sobre un fondo enrejado al estilo “torchón” hecho de huertas, calles, arboles, casillas…flotábamos sobre la vega del Tajo, ¡qué relax!. De repente empezaron a dejar escapar el aire caliente para bajar y la complacencia se fué perdiendo. Muchas gracias y adiós fresa gigante, voladera



Texto:   Josefina Freire Ferrero. Cronista Oficial del Real Sitio y Villa de Aranjuez, con dedicación especial a la E.L.M. Real Cortijo de San Isidro.